jueves, 25 de febrero de 2010

Morir en Cádiz


Morir en Cadiz
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«La mayor traficante de esclavos de Cuba fue una familia maragata»

Jesús Paniagua publica «Morir en Cádiz», donde analiza las inmensas fortunas que varias sagas leonesas amasaron cuando la ciudad era la gran metrópoli del Atlántico

Empezó Jesús Paniagua investigando a un leonés en concreto, Juan López Cancelada, berciano de Cancela de Aguiar, insigne cronista de la independencia de México, pero para ello tuvo que rastrear gran cantidad de documentos y testamentos en los que no cesaban de aparecer leoneses de muy diversas comarcas. Les siguió el hilo desde su punto de partida, el Cádiz efervescente de los siglos XVIII y XIX, y el resultado es este Morir en Cádiz (editorial Lobo Sapiens) que ya está a la venta.
Quedó sorprendido Paniagua, catedrático de Historia de América en la Universidad de León, por las enormes fortunas que lograron algunos leoneses que emigraron a la tacita de plata (y que desde allí se expandieron a muchos puntos de la América hispana), aunque otros no llegaron a tanto o las perdieron en gran parte. Entre las más grandes sagas estaban los Rodríguez de la Baragaña, de León capital; los Díaz Guitián, de Villafranca del Bierzo; los Losada y Quiroga, de Astorga; los Castro Ferrer, de Rabanal del Camino; y los inmensamente ricos Cuesta y Manzanal, de Val de San Lorenzo, que acabaron instalándose en Cuba y que fueron «los mayores traficantes de esclavos de la isla -”explica el autor-”, amasando la mayor fortuna del país, obteniendo el primer título nobiliario, dado que apoyaron la independencia, y que siguieron introduciendo esclavos de contrabando en Estados Unidos aun cuando su importanción había sido prohibida».
Paniagua ha rastreado las pistas de estas familias a lo largo del siglo XVIII y hasta el año 1830, abarcando, por tanto, la época en la que Cádiz fue «la mayor metrópoli comercial del Atlántico», donde se mueve mucho más dinero que en Madrid o Barcelona, y cuando la ciudad acoge las más célebres Cortes de la historia moderna española, las de 1812. De los leoneses analizados, sólo uno está vinculado directamente a ellas, Díaz Caneja, diputado por León.
El resto son comerciantes. Gentes que abandonaron sus comarcas natales para probar suerte o invertir sus pecunios. Alguno, como un montañés natural de Cistierna, le sonrió la suerte sencillamente casándose con una rica heredera gaditana. Pero, por lo normal, las fortunas se amasaron gracias al intenso tráfico comercial atlántico, sin olvidar la vinculación comercial y pescatera que algunos de estos paisanos siguieron manteniendo con Galicia.
«De hecho, los tan traídos y llevados maragatos, los Botas y otros, son ricos de segunda; en realidad hacían de transportistas y comerciantes por cuenta de los grandes», avisa Paniagua, quien se pregunta ahora qué ocurrió con estos fortunones, dado que muchos de ellos son heredados por los padres o hermanos que quedaban en León. «Un familiar de López Cancelada, de Sobrado, llegó a ser dueño de medio Bierzo, comprando tierras y tierras desde la distancia, que jamás llegó a ver», comenta el catedrático. «Aun queda por estudiar a dónde fueron a parar esas cantidades, aunque es probable que las familias, una vez que se vieron con dinero, se marcharan a vivir a Madrid».
Otro asunto curiosos que ofrece cabos para ser retomado por otros investigadores puede ser, entre otros muchos, la compra, por parte de un Cancelada, de una extensa viña llamada «Barceló» en el Puerto de Santa María (¿futuros y famosos roneros Barceló de Cuba...?). Misterios y curiosidades de gentes como los Castro Ferrer, que en un testamento mencionan las grandes ciudades en las que cuentan con posesiones: «Buenos Aires, La Habana, Amsterdam, Gante, Londres... y Rabanal del Camino».

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Cuando los pueblos emigran, los gobiernos sobran.
José Martí.

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