domingo, 2 de octubre de 2011

Las criadas de La Habana



Otra interesante novela habanera.

LAS CRIADAS DE LA HABANA
Pedro Pérez Sarduy

Editorial Plaza Mayor
San Juan, Puerto Rico.
Edición 2001
294 páginas.


Las criadas de La Habana

Reviewed by Dina De Luca
Neumann College
(Cortesia de Afro-Hispanic Review donde fue originalmente publicado en el VOL.25, Numero 1
SPRING 2006. VANDERBILT UNIVERSITY)


La práctica autobiográfica es una forma de validación del discurso narrativo. Si le añadimos a esta afirmación que las autobiografías de mujeres se caracterizan por la discontinuidad y la fragmentación narrativa debido a que los diferentes papeles que le han tocado desempeñar a la mujer no se prestan a la continuidad discursiva, entonces resulta interesante cómo, intencional o impremeditadamente, la primera novela del poeta, crítico y autor cubano, Pedro Pérez Sarduy, incluye estos elementos definitorios en su texto. En este sentido, Las criadas de La Habana se adhiere a lo que podría considerarse un nuevo hito en la reivindicación del discurso literario femenino afro-hispano, a pesar de no ser éste la intención fundamental de la novela.

Las criadas de La Habana es una novela autobiográfica en la que la narradora-autora, Marta, una mujer negra, en la soledad de sus años decide escribir lo que ella denomina sus “memorias.” Pero esta excusa como explicación del texto aparece casi al final de la novela, en el que la discontinuidad narrativa obliga a Marta a aludir a la razón por la cual escribe. Después de la muerte de su segundo marido, quien la había dejado por otra mujer más joven, la estoica Marta confiesa: “Fue entonces que encontré sosiego en mis memorias y volví a escribir un poco sobre las cosas que me habían pasado a lo largo de los años, quizás debido en parte a la influencia de mi hijo y las cartas larguísimas que nos escribíamos” (241).

Las criadas de La Habana no es la típica autobiografía de la vejez en la que el autobiógrafo produce un texto donde a menudo el sujeto cuenta su historia con un propósito didáctico. El propósito de Marta no es de ninguna manera didáctico, sino expositorio. En Las criadas de La Habana el recurso autobiográfico se convierte en el modo más accesible contra el silencio y la distorsión que traspasa el nivel personal y lo dirige hacia lo colectivo. Sin embargo tal colectividad no debe entenderse únicamente al nivel de los obstáculos que confrontan las mujeres negras por su sexo, sino por su raza. Aún más, la condición y situación de la mujer negra dentro de la sociedad tradicionalista pre-revolucionaria y su posición después de la Revolución queda subordinada al tema principal de la novela: la discriminación racial contra el negro, tanto en Cuba como en Estados Unidos, específicamente en Miami. La protagonista-autora de la novela se convierte en el vehículo de exposición de esta inquietud apremiante en la obra del autor como escritor y crítico.

La novela está dividida en dos partes y un intermedio. En la primera parte, cuenta su vida desde aproximadamente finales de la década de los 40 hasta los arbores de la Revolución Cubana. El intermedio es una corta transición que empieza cuatro años después de la Revolución, aludiendo anacrónica y superficialmente a ella. Termina con el incidente de la Embajada de Perú y el consecuente éxodo del Puerto Mariel. La segunda parte, comienza un año después del éxodo de los “marielitos,” extendiéndose hasta 1994.

En la primera parte Pérez Sarduy trata de aplicar algunas de las particularidades de la autobiografía al estilo y técnicas empleadas en la narración para lograr la creación de un personaje-protagonista convincente. Los detalles de la vida familiar de Marta y sus experiencias como criada con diferentes “patrones” en La Habana toman precedente ante sus logros personales, o falta de ellos. Es a través de sus pericias que sale a la superficie el tema principal de la novela, la discriminación racial, el cual conlleva a los problemas de identidad del pueblo cubano, dentro y fuera de la isla. El tema emerge del panorama cultural de la época aludida que Pérez Sarduy se preocupa en presentar minuciosamente, ya que el personaje de Marta nace de un personaje real, la propia madre del autor. La fotografía de la madre, padre y tíos del autor, en la portada de la primera edición de la novela, representan otro texto que forma parte de la discontinuidad narrativa que reafirma el discurso autobiográfico femenino. Marta se convierte en autoridad autorial de la intrahistoria cubana; llena recovecos de la petite histoire: describe la cultura popular, las relaciones raciales y sociales-clasistas de la Cuba pre-revolucionaria.

La discriminación racial es evidente desde un principio con la descripción del “Baile de las Flores.” En ese día de fiesta, los “santa clareños,” informa Marta, se reunían en sus respectivos lugares, de acuerdo a su situación socio-económica: en la “sociedad Bella Unión,” las personas “de color;” “en la Sociedad el Gran Maceo,” “los mulatos y algunos negros con dinero; en el Casino Español,” “los blancos de buena posición; en el Santa Clara Tennis Club y en el Liceo, frente al Parque Vidal, los blancos ricos se reunían a celebrar lo suyo” (13).

En la primera parte, Pérez Sarduy evita concederle a la protagonista una ideología determinada o emitir juicios cargados de una ideología concreta, aunque ofrece una fugaz defensa de la Revolución, en cuanto al deseo anticipado de las criadas de La Habana de compartir una sociedad más equitativa, sobretodo en lo concerniente a la educación. Después de todo, Marta tuvo la oportunidad de terminar cierto grado de educación después de la Revolución, lo que le permitió escribir el texto ficticio que leemos.

Pero en la segunda parte, el autor no puede contener ese imperativo. Aquí el autor introduce nuevos personajes, en su mayoría femeninos, residentes en los Estados Unidos. De estos sobresalen Gracielita y Yamila, que se convierten en no sólo el alter ego de la protagonista, sino también en el de Pérez Sarduy. Gracielita, la hija de una de las amigas de Marta desde los tiempos de criada, simboliza la voz íntima del autor real; mientras que Yamila, la amiga afro-cubana-estadounidense de Gracielita, encarna la voz crítica del autor en cuanto a su visión de los problemas raciales en los Estados Unidos y la falta de una identidad cubana en el exilio.

En la segunda parte sobresale un discurso híbrido, un cruce narrativo entre el epistolar, el novelístico y el autobiográfico; en ocasiones, superponiéndose uno sobre los otros. Marta interacala en la narración las cartas que Gracielita le manda desde los Estados Unidos a su madre. En ellas, Gracielita explica sus experiencias desde que salió de Cuba con su novio blanco durante el éxodo del Mariel hasta su regreso. En Miami, Gracielita hace amistad con Yamila, joven activista, quien la despierta a la cruda realidad de que en los Estados Unidos “lo peor que le puede ocurrir a uno en este país es ser negro. ¡Lo demás se puede arreglar, pero ser negro, no!” (194). Pero lo peor para Gracielita es darse cuenta que para los cubanos blancos exiliados cuando se habla de Cuba los negros no existen, lo cual se evidencia con su ausencia en clubes y organizaciones patrióticas en Miami.

Aunque Marta explica que estas cartas “me sirvieron para entretenerme un rato y planear cómo iba a incorporar todo ese material en lo que ya se estaba perfilando en un libro de memorias y que con voluntad y sin alborotar mucho, Inesita y Julia me estaban ayudando a escribir” (277), su función reside en poner en voz del otro o de otro lo que el autor desea gritarle a su lector. El tono mordaz de éstas critican severamente la discriminación de los exiliados cubanos blancos contra los cubanos negros o mulatos; críticas que se extienden a la discriminación racial en los Estados Unidos, aun entre negros.

Por medio de Gracielita, Pérez Sarduy revela su desencanto frente al fracaso de la Revolución en cuanto a que no pudo erradicar la discriminación racial en Cuba y critica severamente el sustrato cubano exiliado en Miami, que según Yamila, sufre problemas de identidad. Cuando Yamila expresa su frustración ante su inhabilidad de identificarse con los “cubanos-americanos,” el autor real no pierde la ocasión de sentenciar que “lo peor de Cuba se ha concentrado en Miami” (256). Para Yamila sus contemporáneos son “demasiado rosaditos en la mente y en la piel, que mientras pretenden aconsejar cómo debe ser la política interna y externa de Cuba, lo que aspiran es a engrosar las filas de la élite que decidirá el futuro del cubano en este país, al igual que hicieron sus padres cuando salieron huyendo de Cuba” (208-9). Las acusaciones contra los cubanos en Miami continúa hasta el final de la novela. El autor denuncia el oportunismo de los funcionarios políticos en Miami, que según la narración, se aprovechan de cualquier incidente interno en Cuba para hacerlo internacional, pero al mismo tiempo, alude ligeramente a oportunistas cubanos dentro del sistema actual, aunque no hace referencias directas a individuos específicos. Cuando Gracielita dice “Yo me fui de Cuba precisamente por ese tipo de gente oportunista que ha hecho más daño al país que el mismo bloqueo (276),” nos parece estar escuchando la confesión del autor real.

El valor literario de Las criadas de La Habana radica en darle voz y autoridad autorial, aunque ficticia, al discurso de un grupo relegado a la periferia en la historia cubana. La presentación de los problemas expuestos en la novela, revelan la postura ideológica que Pérez Sarduy suele evitar públicamente. Como Gracielita, al final de la novela, Pérez Sarduy no sabe si puede regresar a Cuba definitivamente por la situación racista que aún permea en la sociedad. Personaje y autor real coinciden en que su activismo fuera de la isla contribuirá al encuentro de soluciones para los problemas raciales, mientras que abogan por la política del diálogo de los exiliados cubanos con el gobierno de la isla, un diálogo que tiene como objetivo alcanzar el bienestar social, económico y cultural de todo el pueblo cubano. Las criadas de La Habana es una propuesta de auto-reflexión colectiva para todo el que se considera cubano, que tiene como propósito encontrar una manera de rehabilitar los sistemas de valores sexistas, racistas y clasistas existentes que amenazan y obstaculizan el futuro nacional cubano.
--------------------------------------------------
Posted by Pedro Pérez-Sarduy at 13:56
___________________________________________
[Tomado del blog "Saravá y Aché" ¡Gracias!]
___________________________________________

Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
Ser culto es el único modo de ser libre.

- José Martí
___________________________________________
___________________________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario