jueves, 25 de febrero de 2010

La Habana, libros de frente.


"Una crónica librera de La Habana"
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LA HABANA, LIBROS DE FRENTE
24-08-2009 | Ernestina Anchorena



Cinco años hay que esperar desde el momento en que un libro se publica para poder venderlo.

Los libros son escasos. Los compradores, extranjeros en su mayoría. Un libro es un lujo al que pocos pueden acceder salvo en la escuela o en las bibliotecas públicas donde lo que se encuentra sólo responde a un criterio.

Entonces sucede que los libros se van, emigran, toman un rumbo parecido al de los propios cubanos.

Los libreros buscan textos en casa de gente que los vende, que vende sus bibliotecas, gente que busca liquidez. El gobierno publica autores, a razón de algunos por año. Hay autores que publican afuera, como lo fue Reinaldo Arenas en su momento.

Y también hay autores que se supone estarían prohibidos como el mismo Arenas. Pero no es así. Sus libros se venden. Sucede que apenas aparece uno ya hay alguien que lo espera con las manos abiertas y los ojos ávidos.


El precio varía de acuerdo a la cara del comprador, a sus ganas, y a lo difícil de conseguir el autor en cuestión.

Recorrí todas las librerías de La Habana para encontrar a Virgilio Piñera, el amigo de la noche, el compañero de Lezama Lima, el escritor de la imaginación prodigiosa. Después de mucho buscar apareció por encargo. Mi librero amigo recorrió calles, tocó puertas y finalmente por treinta euros me entregó el tesoro después de una semana y una cita convenida con mojito incluido en el Hotel Nacional.

Mi librero amigo resultó llamarse Sixto Valón, ser historiador, marxista acérrimo, pero estar, como casi todos, cansado del régimen. Agobiado de no poder pensar distinto, de que los libros sean cada vez más escasos, cada vez más inhallables.

No hay una sola librería que no exhiba sus libros de frente, ponerlos de lomo implicaría completar un estante solo o a lo sumo dos. La mayoría se encuentran en la calle Obispo, no dejan de ser unas repisas sobre la calle, algo parecido a un kiosco. Dicen que antes había muchas sobre esta calle, y cuando fueron cerrando los libreros pasaron a ocupar puestos en la Plaza de Armas. La más importante y que ocupa un edificio precioso es “La Victoria”. Actualmente su dueño la está embelleciendo a pulmón, de a poquito pero con énfasis. Fue fundada por Tomás Gonzáles Prieto y allí supo reunirse el grupo Orígenes, conformado por Lezama Lima y Piñeira entre otros.

Todas las librerías venden libros usados, se abastecen de ellos, salvo la estatal La Internacional y La Moderna Poesía.

Según Sixto, la falta de libertad para poder pensar trunca la literatura, o la hace fértil sólo cuando es de resistencia y para eso tiene que emigrar. Por eso Cuba no da buenos escritores, o los da a cuenta gotas. No pasa lo mismo con la música porque la música es libre siempre, nada la coarta porque nace de un lugar distinto.

Salvo Pedro Juan Gutierrez o Ena Lucía Portela -a quien publicó Eterna Cadencia-, no hay nadie prometedor que asome ahora. Además, está la falta de publicación de escritores jóvenes.

Para llevarse en la retina están los que ya se fueron o están en eso: Lezama Lima, Varnett, Arenas, Piñeira, Infante, Carpentier (a quien Arenas tildaba de traidor). Y la escritora Zoe Valdés que tanto promueve a las damas de blanco que vienen a ser como las Abuelas de Plaza de Mayo que en silencio reclaman por los presos políticos y los desaparecidos del régimen.

La Habana entonces, es una historia para leer en pasado, porque hace muchos años que su literatura está casi detenida, como su mar, sin barcos que lo tracen.

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Ser culto es el único modo de ser libre. Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
J. Martí

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