domingo, 7 de abril de 2019

Hija de revolucionarios




                                     
[Copyright foto: Matsas]

   Queridos lectores/as:  Hoy les propongo  -de un modo extraordinario-  para empezar la semana, una lectura intensa, apasionada ¡revolucionaria! Y no crean que me he vuelto loco recomendándoles encarecidamente la lectura del presente ejemplar; es un libro que expone de una manera bien esclarecedora  -sobre todo en lo tocante a una época en concreto-  el concepto del término revolución; en su momento que es cuando conviene retrotraer las investigaciones estudiosas del fenómeno para comprender su desarrollo... aunque a veces no podremos evitar tocar de cerca ese patético y a todas luces fracasado experimento social que -aun hoy en día- algunos se obstinan en seguir denominando revolución cubana. Es inevitable y todo sea por esta valiosa labor investigativa.
Hay que agradecérselo a su autora, Laurence Debray, hija de Régis Debray y Elizabeth Burgos, que en la elaboración y redacción de este testimonio ha dejado desgarrones de su corazón y de su alma. ¡Gracias!
   Por eso y por su interés histórico les recomiendo que... ¡¡pasen y lean!!

HIJA DE REVOLUCIONARIOS
Laurence Debray

Editorial Anagrama S.A.
Barcelona, España
Primera edición: octubre 2018
ISBN: 978-84-339-8019-9
284 páginas.

-De la contracubierta del libro-

   Laurence Debray es hija del filósofo Régis Debray y la antropóloga Elizabeth Burgos. Sus padres provenían de familias acomodadas y tradicionales  -la de él parisina, la de ella venezolana-,  y ambos abrazaron la causa revolucionaria de Fidel Castro y el Che.
   En 1967 Régis Debray se unió a la guerrilla del Che en Bolivia como agente de enlace y fue detenido. Cuando seis meses después cayó el líder, Debray sufrió acusaciones de haberlo traicionado y fue condenado a treinta años de cárcel, de los que cumplió sólo cuatro gracias a los buenos oficios de su familia y de la diplomacia francesa, y a pa presión que hicieron los sindicatos Bolivianos.
   Después vinieron años de bohemia y refugio en la escritura, y, con la llegada al poder de Mitterrand, los cargos públicos: él como asesor del presidente, ella como directora de la Maison de l'Amérique latine...

   En este libro sincero y directo, Laurence Debray ajusta cuentas con el pasado y relata el mito y la verdad de sus progenitores revolucionarios y de su propia vida. Y así, aparecen el padre ausente, la madre que prefirió ser libre que acabar encajonada en el papel de esposa de intelectual comprometido, su infancia austera y solitaria en París, el verano que pasó en Cuba en un campamento de las juventudes comunistas dedicado a la formación de perfectos revolucionarios, su estancia en Sevilla, donde Alfonso Guerra se convirtió en su padre adoptivo, y después su paso por Venezuela, Londres y la banca de Nueva York...

   La autora combina con fluidez la mirada de una hija que escruta a sus padres, la sinceridad sin velos de los recuerdos más íntimos y la perspectiva distanciada de una historiadora que repasa una época de fervores revolucionarios, todo ello siguiendo la contundente máxima de El misántropo de Molière que encabeza esta deslumbrante obra testimonial y autobiográfica:  "Cuanto más se ama a alguien menos debe adulársele; el verdadero amor es el que nada perdona".

   "El libro de una generación: la de los hijos de los hijos de 1968".
    (Mazarine Pingeot, L'Express).
   "Con la distancia de una historiadora y la curiosidad de una hija, la mirada de una generación sobre      la precedente".
    (France Culture)
   "Un retrato familiar sobre una juventud atípica a la sombra de unos padres comunistas".
    (Le Figaro)
   "En este relato a la vez íntimo e histórico la autora indaga en el recorrido vital de sus padres".
    (Roxane Grolleau, Le Monde)
   "Un libro sobre la historia de sus padres. A veces tierno. A menudo feroz. Y sin concesiones".
    (Serge Raffy, Le Nouvel Observateur)
   "La hija revisita el mito de su padre".
    (Caroline Mangez, Pariz Match)
   "Un libro conmovedor".
    (Nathalie Dupuis, Elle)
   "Humor, dolor, sarcasmo e insolencia. Un homenaje al idealismo de su padre".
    (María Laura Avignolo, Clarín)
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Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
Ser culto es el único modo de ser libre.

       José Martí
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