lunes, 17 de enero de 2011
CUBA A CÁMARA LENTA
Querid@s lectores/as y visitantes de mi biblioteca:
Mi habitual 'busca y captura de libros cubanos' ha dado hoy el fruto esperado.
Aquí lo tienen, calentito, recien editado. Un libro que promete ser muy interesante.
¡¡Pasen y lean!!
-Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes 2010-
CUBA A CÁMARA LENTA
Retrato de una isla imprevisible
César González Calero
Ediciones: RBA Libros S.A.
Barcelona, España
Primera edición: enero 2011
192 páginas
14,0 x 21,3 cm
Rustica
Precio 16 € Referencia
ONFI378 ISBN
9788498679052
Género Reportajes
Fecha de publicación:
20/01/2011
-Sinopsis-
Cuenta el autor de este libro que "el Malecón habanero no es un malecón. Es un anfiteatro abierto al mar por el que transitan personajes que acaban de escaparse del decorado de Alicia en el país de las maravillas. (...) Por este Wonderland caribeño zangolotean personajes tan ficticios como la vida misma. Hay cazadores de puestas de sol, trovadores de postín, algún que otro saxofonista con ínfulas de poeta y un gaitero ocasional..." La protagonista de este libro es una isla en la que lo inesperado puede asomar tras cualquier esquina, retratada a través de sus habitantes. Un viaje por un lugar en el que lo cotidiano
y la maravilloso se entrelazan en historias sorprendentes: la de un viejo catcher en cuyo equipo de beisbol jugaba un jovencísimo Fidel, una rusa que huyó de su país al estallar la revolución y acabó apoyando otra revolución en el Caribe, un anciano espiritista que habla de videncias y de médiums, Federico García Lorca en su viaja a la isla... Presente y pasado de una isla rebosante de historias dignas de una novela, de lugares cargados de magia y de realidad, que el autor recorre, descubre y nos regala en este magistral libro de viajes que nos adentra en la Cuba más auténtica y asombrosa.
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UNAS PALABRAS DEL AUTOR:
[Tomadas del blog de Jordi Cervera]
Gracias.
El Caribe es el territorio de lo real maravilloso. Alejo Carpentier ya lo advirtió hace más de medio siglo. Y a Breton le pareció la tierra más surrealista que había conocido. Pero el surrealismo caribeño no hunde sus raíces en Occidente. En La isla que se repite, uno de los libros esenciales para acercarse a la naturaleza de lo caribeño, Antonio Benítez Rojo nos previene con sarcasmo de que la visión eurocéntrica del Caribe nace a partir de algunos malentendidos: “Más de una vez se ha dicho que los protagonistas de las novelas caribeñas son excesivos, barrocos, esperpénticos (…) Pienso que es cierto, pero sólo si estos textos se leen desde Europa. Quiero decir con esto que la mascarada que en muchas ocasiones dibuja el discurso caribeño no es otra cosa que la concesión a la chapucería de Cristóbal Colón, que tomó al Caribe por Asia y a los indios por indios. La imagen que tiene Occidente del Caribe es producto de ésa y otras tergiversaciones e invenciones”.
Para escribir Cuba a cámara lenta, el libro que editará próximamente RBA, traté de despojarme, en la medida de lo posible, de esa visión eurocéntrica y de acercarme a la isla y a sus gentes sin demasiados prejuicios foráneos. Todo aquello que a un observador extranjero le puede parecer surrealista en Cuba, no es más que la inexorable realidad de la vida diaria para sus habitantes. La idea del tiempo detenido, por ejemplo, puede llegar a seducir al que llega de afuera en la misma medida en que irrita al que sufre las consecuencias diarias de la espera infinita para todo. Cualquier ciudad cubana que uno visite parece haberse quedado estancada en los años sesenta. Ciudades de una belleza decadente, como La Habana, Camagüey, Santiago, se mantienen en pie gracias a lo que los urbanistas cubanos denominan con gran acierto la “estática milagrosa”, un concepto que parece encajar en el universo de lo real maravilloso. Pero en esas “armoniosas” ruinas que no acaban de desplomarse discurren las vidas de miles de personas. Las ruinas habitadas de La Habana ilustran bien esa percepción dual del tiempo detenido. Contemplada desde fuera, la ruina seduce, atrapa, maravilla. Para el morador forzado de la ruina, sin embargo, no hay lirismo alguno. Entre sus paredes se gesta cada día la lucha por la supervivencia: la “resolvedera”.
Quizá sea esa “resolvedera” continua la que convierta a Cuba en la isla de las mil y una historias extraordinarias. Cada experiencia cotidiana parece esconder un relato asombroso protagonizado por personajes prodigiosos. No hay ficción que pueda superar al hiperrealismo caribeño. Las historias que aparecen en Cuba a cámara lenta son tan reales como los personajes que las narran. Biografías excesivas, vidas exageradas, como diría Bryce Echenique, que parecen haberse escapado de algún libro de Carpentier, de Lezama Lima, de Reinaldo Arenas…
Una “parqueadora” de coches, un veterano de la Sierra Maestra que vende verduras en su bicicarro, un viejo espiritista vidente, una drag queen provinciana, los jóvenes poetas contraculturales del extrarradio de La Habana, las ruinas habitadas de las ciudades, los mitos y leyendas del Oriente cubano… ¿Qué tienen en común? A todas esas historias, a todos esos personajes les une, por encima de todo, esa condición de la que hablaba Virgilio Piñera en La Isla en peso: la maldita circunstancia del agua por todas partes. De nuevo, las visiones confrontadas del Caribe. De un lado, la placentera evocación de un mar de aguas transparentes y aparentemente serenas. De otro, unos viajeros impenitentes, angustiados por la “maldita circunstancia”. ¿Quién se atrevería a inventar un relato sobre una travesía agónica de noventa millas y una familia de balseros cubanos aventurándose a la mar a bordo de un camión flotante? No hay ficción que valga. Sólo una sobredosis más de realismo caribeño. Ahí están las crónicas y las imágenes inverosímiles con el camioncito verde surcando milla tras milla para escribir otra página fascinante de lo real maravilloso.
El título de Cuba a cámara lenta tiene también mucho que ver con la manera pausada en que se elaboró el texto. Las crónicas que componen la obra son fruto de cientos de conversaciones, entrevistas, lecturas y viajes realizados durante los cinco años que viví en la isla (2003-2008) trabajando como corresponsal extranjero. Sólo a una velocidad lenta -el ritmo al que late Cuba¬- es posible emprender ese acercamiento a una isla imprevisible, que no deja de sorprendernos nunca. Sólo así, de una manera sosegada, paciente, puede uno huir del tópico y tratar de ponerse en el lugar del otro.
En Orígenes de un escritor de no ficción, Gay Talese, uno de los fundadores del Nuevo Periodismo, señala que la “literatura de la realidad” debe prestar especial atención a la “gente común”. En Cuba a cámara lenta, la intención ha sido ésa: recoger las voces y los relatos de la gente común. Gente como Frank, un joven vendedor de la lotería ilegal, la popular “bolita”, en un pueblo costero llamado Puerto Esperanza. O como Rigoberto, el viejo vendedor de sedales y anzuelos que cada día planta su chiringuito en la bahía habanera. Para trazar el perfil de esos personajes, sólo hay que seguir el consejo de Talese: “prestar atención”. Nada más. Y nada menos.
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3 comentarios:
Una curiosidad: En la foto de la portada del libro, que suministra RBA edicines; el subtítulo dice: "La isla imposible" ...y en el libro que he comprado yo pone: "La isla imprevisible" (¡¡¿¿ ??!!)
Me inclino más por "LA ISLA IMPREVISIBLE". Ya es bien sabido que en Cuba puede, desde no pasar nada, a pasar cualquier cosa.
Veamos su futuro inminente...
Desde luego no se concibe otra Cuba que no sea a camara lenta. Nadie podria imaginar una Cuba, o mejor expresado, unos cubanos acelerados, corriendo por las calles y mirando al suelo, como ocurriria en cualquier gran ciudad de los Estados Unidos o Europa.
Esta imagen a "camara lenta" sirve para recrearnos con el indescriptible espectaculo que constituye el malecón habanero, sobre todo a la puesta del sol, toda vez que durante las horas diurnas es casi imposible pasar por alli ya que, nadie se explica el motivo, no hay ni un solo arbol que ofrezca una reconfortante sombra en ese largo escenario sobre el cual el sol cubano golpea implacable e inmisericorde.
Sin duda un libro interesante.
Una de las primeras impresiones que se grabó en mi memoria de viajero fue observar como los hananeros deambulaban habitualmente por su ciudad 'a cámara lenta', sin prisa aparente por llegar a ningún sitio.
Buena observación la de la falta de árboles en el Malecón. Serían estupendos para un delicioso paseo que el solo hace insufrible.
Saludos.
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