OBJETO SOCIAL
Sigfredo Ariel.
Ediciones Sed de Belleza
Villa Clara, Cuba. 2011.
89 páginas.
Querid@s lectores/as y amantes de la buena poesía.
Cruzando el océano -que pretende separarnos sin conseguirlo- ha llegado a mis manos un regalo, procedente de un buen amigo, de Cuba y de los libros.
Hoy tengo el gusto de presentarles esta pequeña joya, este bello poemario; pero prefiero dejar la presentación en mejores palabras que las mías.
Aquí lo tienen... ¡¡pasen y lean!!
OBJETO SOCIAL,
LA VIRTUD DE PERMANECER EN RUEDO
Arístides Vega Chapú
Sigfredo Ariel lee textos de Objeto social,
tras su presentación en Santa Clara, 15-10-2011
Me tocó por el hombro y me preguntó si era Sigfredo.
Estábamos en el Café Literario y le respondí que sí.
Me volvió a decir: ¿Pero Sigfredo Ariel? Y yo le dije que sí.
Y él dijo Ah… Un ah sostenido por el aliento.
Cuando conocí a Eliseo Diego, tendría yo no más de veinte años, me quedé mirándolo de igual modo. Como queriendo aprendérmelo o buscando un vínculo, a veces inexistente, entre aquella cándida imagen de hombre de otro mundo y lo que había leído de él.
No creo que tener seguidores, jóvenes poetas que de cierta manera imitan lo que ya lograste, o para algunos representar eso que es nombrado con una palabra muy en desuso pero que no me queda otra que usarla: paradigma, lo hayan obtenido muchos autores en la plenitud de sus vidas.
Suele la edad influir. Uno busca en los más viejos, por aquello de que son los más sabios y más tiempo han tenido para demostrarlo.
Parece que en Cuba se han esfumado todos y Sigfredo, entre uno y otro poeta más en el que yo ahora mismo solo recuerdo a Fina y Lina, ha venido a ocupar ese paradigma necesario. Pese a su edad, joven aún sobre todo por su escritura, él, que como todo aquí es más lento, forma parte de una generación que aún sigue considerándose joven, es de hace ya un tiempo un importante punto de referencia para muchos autores.
Lo cierto es que la historia, la que acabo de contar del joven curioso de saber si era o no Sigfredo Ariel sucedió de verdad y que son muchos los poetas jóvenes y hasta menos jóvenes que me han confesado de él que es lo más grande. Manera que tienen ahora de llamarle a lo que les complace.
"Objeto social", de Sigfredo Ariel, último libro publicado por la santaclareña editorial Sed de Belleza, es un regalo para todos ellos, para todos nosotros, para todos los que lo hemos leído de siempre. Es un regalo que Dios sabrá por qué llega tan temprano, si no es aún fin de año o día de reyes. Y digo regalo no porque la salida de cualquier libro lo sea. Uso con compromiso el término. Este es un libro inusual en el panorama bibliográfico cubano, en su mística y en su concepción.
Es también un privilegio que la editorial Sed de Belleza cuya fundación y sostenimiento tiene que ver con personas muy cercanas a nosotros sea quien haya publicado, no por azar, sino por visión, Objeto Social, porque sin dudas este libro abre otro camino, muestra otra vereda, que pronto otros tomarán o se acercarán a ella. Que otros probarán, descubrirán, disfrutarán.
No es usual en nuestro ámbito, algo que rige y gobierna las editoriales del mundo, de apostar por un libro o por autor.
Esperanza me otorga esta editorial de los jóvenes en saber que un catálogo se prestigia publicando obras y autores importantes y estas no siempre nos llegan, no siempre tienen por qué llegar a una editorial especifica salvo que esta, como fue el caso con este libro, supiera que un autor con la jerarquía de Sigfredo no debía de estar ausente en las editoriales de su provincia, tal y como sucedió hasta este poemario.
Objeto social es un libro de apuntes, donde no queda nada por revelar. Un libro de quien ha vivido a plenitud e intensidad y sabe que ha llegado a ciertas conclusiones, ciertas respuestas que necesita compartir desde la poesía que es al fin y al cabo el único discurso de la verdad que a estas alturas los demás pueden creer.
Un libro arte, tan inusual en nuestro panorama literario, por manejarse un concepto estético, en que viñetas, dibujos y fotos no solo adornan y engalanan sino que aportan a una poesía que cinematográficamente y con el desorden de los sueños o revelaciones va contundentemente ordenándonos el universo que a estas alturas la poética sigfrediana ya ha levantado con sólidas estructuras.
Por no faltar nada hay versos y una foto de la Vocacional, ese lugar, ya más que físico afectivo, que a estas alturas nos sigue convocando y uniendo, resistidos todos a borrar esos grandiosos y mistificados años ochentas por los que tantos se perdieron por diferentes caminos del mundo interesados y hasta obsesionados en rescatarlos.
Objeto social es un libro de afectos, de amores y encuentros, reencuentros e ilusiones. Un libro esperanzador, iluminado. Un libro que más que comprarlo es para regalárnoslos. Un libro que habla por todos y por cada uno de nosotros. Con las palabras exactas que no siempre encontramos para decirlas y que están aquí ordenadas de modo tal que sin esfuerzos cada uno podrá utilizarlas a su antojo, para pronunciarlas de esa manera dulce y vibrante con que cada uno encontrará decir las más hermosas y halagadoras palabras.
Pesa en ese universo todo lo importante: la belleza mexicana de Fayad, el corazoncito que late por Lise, las tardes en casa de Yamila Isidrón, los años mozos, los framboyanes de la avenida de Gaby, en su mayoría sucesos acaecidos en lo que él llama primera juventud, ligados, como ya es usual en su poesía, a sucesos y paisajes existentes o no, sucedidos o no y en que el tiempo no es más que una trampa y siglos se juntan y trastocan, con una concatenación aparentemente imposible e irreal.
Los sucesos crueles de la vida están descritos deliciosamente en esas rumbas lentas para consumo nacional que convierten a ritmo de claves y tambores una visión abarcadora y profunda de ese trazado con que la poesía testifica pasado y presente reafirmando el don de juntar tiempos en un mismo espacio de verdades y revelaciones en que parecería Dios y los santos quienes nos están hablando.
Deliciosos los personajes que salen al ruedo a rumbear; el rastafari y Osilda, la Matancera de Versalles, Lecuona e Ignacio Piñeiro, por ejemplo, delineándose de una manera muy particular, pocas veces afrontada desde la poesía y desde la contemporaneidad.
Tampoco esta manera de afrontar el discurso tiene que ver con los sones de Guillén, por ejemplo, ni con ninguna otra zona de la poesía costumbrista o folclórica.
Estas sabrosas rumbas tienen toda lo privativo de estar en función de textos muy líricos y no es de modo alguno una manera de hacer una poesía disfrutable para la mayoría utilizando ese tipo de autentica expresión popular y sencilla que pueda relacionarse con la rumba, que es uno de los saberes que se le agradecen a Sigfredo Ariel, su amplio conocimiento de la música cubana, sus géneros e intérpretes.
La intimidad de la última sección; «La claridad», en la que también le habla al hijo, es en primera instancia un diálogo consigo mismo, con sus sombras y fantasmas, con sus apreciaciones más severas. Por tanto se da varios lujos inusuales en su poesía como la prosa poética o la escritura en bloque o sin el orden tradicional de colocar los versos.
Cuando se llega a “Signos, runas”, último poema del libro y uno cree que todo está dicho y hasta se siente satisfecho, nos sorprende, una vez más este inusual libro, con unas deliciosas “Notas finales” que por favor no vayan a obviar ni de modo alguno subestimar.
Finalmente quiero hacer todos los halagos posibles para la editorial Sed de Belleza y su reducido grupo de trabajo. Para la poetisa Isa Pérez que fue la editora (según Sigfredo tan buena que fue severa) a la también poetisa Laritza Fuentes, (que dice Sigfredo, que tiene su gracia espiritual, que es un alma de Dios) a los imprenteros que laboran en lo que eufemísticamente llaman Taller Gráfico de Cultura, sindicato afectivamente muy ligado a Sigfredo y ellos lo saben.
Desde la cubierta el abuelo Pérez posa para todos nosotros a sabiendas de que entraremos en predios en los que se está tan bien que es difícil salir de ellos.
Por eso este poemario servirá para leerse una y otra vez y cuando parezca que ya todo está leído uno siga descubriendo nuevas sorpresas, porque este es un libro que se rescribe constantemente, que siempre que se abra uno encontrará respuesta a su pregunta, una nueva idea sobre el por qué el año nuevo que se acerca será un buen año. Se los asegura en este poemario Sigfredo Ariel, que cree en los augurios.
En Santa Clara a los quince días de octubre, día de interminables chubascos.
Arístides Vega Chapú
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Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
Ser culto es el único modo de ser libre.
- José Martí
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