lunes, 24 de septiembre de 2012

Geografía de Cuba



Querid@s lectores/as:  Uno de los momentos gloriosos de mi biblioteca cubana es cuando puedo incorporar una de estas joyas bibliófilas, una edición irrepetible de un ejemplar de coleccionista.
 ¡¡Pasen, admírensen, disfruten y estudien!!

GEOGRAFÍA DE CUBA
Leví Marrero

Primera edición: Abril de 1950
Primera reimpresión: Octubre de 1951
Talleres Tipográficos ALFA
Palatino 202 - La Habana
Ejemplar nº 3939

   A falta de otros datos de referencia, tomo de la Red el extracto de unas precisas palabras de presentación. Agradeciéndoselo mucho a  su autor.

 Juan Carlos Castillón


Leví Marrero fue un hombre encantador y un gran profesor. En Cuba fue autor de una Geografía de Cuba con la que aprendieron varias generaciones de alumnos, reproducida también por la Moderna Poesía, y, ya en el exilio, de numerosos estudios sobre economía cubana. Fue también el hombre que recuperó en los archivos españoles numerosos textos perdidos del periodo colonial. Me lo imagino a veces como profesor de instituto, un trabajo que ocupó por largo tiempo y sé que, por torpes que pudieran ser, sus alumnos debían salir de aquel instituto mucho más sabios.

Hace unos años escribí en una necrológica que Aguilar León que era un hombre bueno y sabio, y ahora me toca repetir esas palabras con Leví. En ambos casos sé que nadie me contradecirá. Leví era un auténtico erudito y un hombre sistemático y trabajador que se hizo a sí mismo y se dio, al salir de Cuba, la tarea de reconstruir sin ayuda, prácticamente en solitario, la historia colonial de su país, desde el descubrimiento hasta la guerra de 1868. Para Leví, o al menos en su obra, la Colonia culminaba con aquella primera guerra frustrada de independencia, aunque España tardase treinta años más en irse, aunque la corona ganase, o al menos no perdiese, aquella primera contienda; la Cuba posterior a la Guerra de los Diez Años ya no era española aunque todavía no fuese independiente.

La obra principal de Leví, Cuba: Economía y sociedad, tiene quince volúmenes y es una historia de la Isla a través de sus documentos. No es sólo, aunque sí en gran parte, una laboriosa recopilación de datos (en la que se superponen las cartas personales, los mapas, documentos oficiales, las listas de inversores, los estados de cuentas y las estadísticas de producción) hasta entonces perdidos, olvidados, ignorados o dispersos, que una vez reunidos nos dan una imagen de la historia de Cuba. Una imagen nueva, distinta: Cuba tal y como fue vista, contada o fabulada por sus protagonistas.
El primer volumen sitúa a Cuba en su excepcionalidad insular. El último volumen habla de los prolegómenos de las guerras de independencia, de los abolicionistas y los autonomistas y hace crónica de las expediciones de Narciso López, aunque en portada no aparezca López sino Céspedes en la Demajagua.

Al final de la obra, Leví publicó un volumen adicional dedicado a los apellidos cubanos, Cuba: Isla abierta, donde aparece el origen de los apellidos que ahora se consideran “cubanos” a pesar de sus orígenes franceses, escoceses, irlandeses o griegos. Es interesante ver como apellidos como Kindelán u O’Farrill pasaron de una isla, Irlanda, a otra, y cómo llegaron a Cuba como soldados de la corona, como otros tantos gansos salvajes irlandeses acogidos por las banderas de la Casa de Borbón.
La conquista y población de la isla, la Cuba anterior a la llegada del azúcar, ocupa la primera parte de la obra, entre los volumenes dos y ocho. Aunque realmente creo que es la segunda parte, agrupada bajo el título de Cuba: azúcar e ilustración (volúmenes nueve al catorce), la más importante. Esos tomos cubren la Cuba española posterior a la independencia del resto de las Américas, esa colonia que llegó a facilitar por sí misma más rentas a la Corona que el resto del Imperio perdido en tierra firme. El retrato de esa Cuba no se corresponde con el de una isla tropical y soñolienta bajo el sol del trópico, sino que es el de una sociedad vital, mercantilista, avanzada con respecto a su tiempo en más de un aspecto, decididamente despierta y viva. La Isla más rica del mundo gracias a su virtual monopolio del azúcar, un producto para el que en aquel momento no existían substitutos y del que no se conocían los efectos colaterales. La provincia más rica y, a menudo, más leal, de España entre 1830 y 1868.

Julio Lobo, el magnate azucarero, tenía razón, tal vez no toda la razón pero sí mucha razón, cuando decía que sin azúcar no hay país. Algunos de estos volúmenes demuestran que sin azúcar tampoco hay historia de Cuba. Fue el azúcar lo que dio a La Habana Vieja su forma definitiva, la que fortificó su puerto y al mismo tiempo la que logró que la ciudad sobrepasase las viejas murallas, la que construyó en La Habana el Teatro Tacón, después Nacional —y ahora creo que Federico García Lorca—, y trazó la primera línea de ferrocarril de España entre La Habana y Güines.
Y esos quince volúmenes, esa inmensa fuente de datos e información no fue reunida por un equipo de estudiantes, dirigidos por un grupo de académicos, dotados de cuantiosos fondos por parte de una Universidad, o un centro oficial o casi oficial, sino juntados por una sola persona, que no solo reunía los textos y los reelaboraba, buscaba la bibliografía, las ilustraciones y llegaba incluso a paginar los volúmenes, sino que además pagaba por ellos, por la bibliografía y hasta por la edición. Levi pagaba por sus libros, por sus viajes, recuperaba en persona los datos, revolvía los archivos, bibliotecas y librerías hasta reunir la que fue probablemente la mejor biblioteca privada referente a la Cuba colonial. Y pagaba por esos libros haciendo otros libros, de texto.

Leví no era tan sólo un erudito, era un gigante.
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Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
Ser culto es el único modo de ser libre.

       José Martí
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