domingo, 2 de octubre de 2011

Conversación con elúltimo norteamericano.


CONVERSACION CON EL ÚLTIMO NORTEAMERICANO
Enrique Cirules

Editorial Letras Cubanas
La Habana, Cuba.
Coleccón Voces
Primera edición: 1973
Reimprresión: 2003


Vean esta completísima crónica:

RETORNO A LA GLORIA
Rodolfo Zamora Rielo


Muchos especulan que el móvil fundamental del escritor norteamericano Ernest Hemingway para terminar su vida en la boca de una escopeta fue la incapacidad de vivir la literatura; de exprimirla de las vivencias más inverosímiles que atenazan a los hombres en su bregar existencial. Muchas veces la literatura se vuelve un pretexto demasiado tentador para inmortalizar los hechos que se protagonizan y merecen el recuerdo. No creo que por egolatría, aunque nada es más escabroso que el espíritu de un escritor, sino por mero sentido del deber. Así lo demuestra Enrique Cirules en su libro Conversación con el último norteamericano.

La primera vez que tuve el libro entre mis manos lo terminé con el sobresalto adolescente de sentir de cerca lo extraordinario, pero con el sabor extraño de inadvertir algunos fenómenos de la existencia que escapaban a mis escasos 13 años. Con el tiempo, no volví sobre mi lectura, pero aprendí un poco más de la literatura y de los hombres, lo suficiente para respetar, tributar y defender. Cuando terminé la carrera de Letras entendí que los gustos literarios, descarnados e ingenuos, tienen un peso insospechado en el análisis que inevitablemente se hace de cualquier libro. Aunque el apasionamiento es tabú, el sentido del entusiasmo determina a veces el brillo de una imagen o la connotación de un episodio. Todo se queda en el plano humano, por lo menos, mientras sean los humanos los que escriban y critiquen.

Eso me sucedió con Cirules en el momento en que recibí su novela para reeditarla. La coincidencia me hizo recordar lagunas y el trabajo editorial se ligo a un redescubrimiento plagado de deudas autoimpuestas. Todo fluyó con el reproche de no haber aprovechado todo su caudal argumental, todo su mensaje y enseñanza. Hay quien dice que la obra y el escritor comparten rasgos de amenidad. No sé si una novela empalagosa pudiera estigmatizar así a su autor, pero con Cirules se cumple el apotegma. Tan misterioso y agresivo como uno de esos estuarios donde espera la muerte en el bramido gutural de un cocodrilo o sereno y presumido como los sobrevivientes de la dura subsistencia, con manos como testigos de infinidad de temeridades, Cirules comparte sus andanzas como el héroe ingenuo que no repara en más privilegios que el de sus vivencias. Atribulado y enigmático, predispuso mi entusiasmo de tal forma que aún conservo el estremecimiento que provocó en mí algunos de sus capítulos.

Empeñado en darles notoriedad a personajes sorprendentes como pescadores, tortugueros, inmigrantes, mafiosos, aventureros y asesinos, Enrique Cirules transita por los caminos de la circunstancia como elemento esencial de la fabulación narrativa. Tras los pasos de Hemingway, su eterno y enigmático maestro, se obliga la convivencia con sus obras para ofrecer las más cálidas impresiones, las más fieles perspectivas de un mundo palpitante que riega acontecimientos inverosímiles, capaces de colonizar el espíritu para siempre entre el amor, la epopeya y la angustia. Conversación...viene a ser una pieza dentro de un amplio mecanismo literario.

Publicada por primera vez en 1973 y reeditada ahora por la Editorial Letras Cubanas, la novela se contonea dentro de la madeja de géneros y confinamientos que hacen de las letras contemporáneas una gran colmena. Las opiniones fluctúan y se disgregan: novela testimonial sin ficción, entrevista recreada, exabrupto. El lector inexperto podría seguir varios caminos. Tantos como ha transitado la crítica. Pero no los suficientes como los que encontrará el que lea, más que seguir letras y encadenar episodios, y descubra todo el arte de plasmar la aventura de la vida.

Llanamente, es la historia de la primera colonia de inmigrantes norteamericanos establecidos en el valle de Cubitas, Camagüey, desde principios del siglo XX, contada por el único sobreviviente que decidió confesarle sus nostalgias a un joven periodista. Parecería la palabra de un náufrago, el recuento etnológico que hurga en componentes desconocidos de una nacionalidad. No obstante, es la crónica subyacente, de cada día, la que no se ve en los volúmenes; el compendio de evocaciones que se despliegan desde la anécdota hasta el argumento, del testimonio a la ficción de lo real-maravilloso.

La llegada, a finales de 1898, del vapor "Yarmouth" con 200 hombres entre ingenieros, artesanos, aventureros y agricultores, al rústico espigón de lo que sería Port Viaro, marcó el inicio de una oleada colonizadora procedente de los EE.UU., promovida por la compañía Cuban Land, con la promesa de ofrecer la propiedad de tierras fértiles a precios económicos. Muchos acudieron, apenas sin ropas ni dinero, con la esperanza de una vida de trabajo, que se tornó en sacrificio, y de progreso, que se escabulló obstinadamente de sus manos.

En más de doscientas páginas se narra cómo los asentamientos de casas de campaña se fueron transformando en prósperos poblados, con ferrocarriles de madera tirado por mulos, orquestas, hoteles, comercios, cantinas, puertos. Junto a los nombres y el idioma, los colonos norteamericanos trajeron sus costumbres, las fiestas agrícolas y la publicidad que genera una campaña electoral. La violencia también tuvo su espacio cuando los aventureros exhibían largos revólveres del Oeste.

El caserío se convirtió en La Gloria City por obra y gracia de la voluntad de sus habitantes que, aunque muy pobres, presumían de las baratijas heredadas de antiguas familias. Como una gran sinfonía, se une la historia del maestro de ceremonias que recibió un cañonazo, con la arisca sueca pistolera, el espía alemán, el contrabandista, el fotógrafo, del colono que sobrevivió a dos rayos, las carreras de gordas de 300 libras, el francés barbero y proxeneta, los ancianos monteros, la austríaca hostelera que amaba a un hombre más joven o el viejo Stokes que trataba de levantar un negocio que caía invariablemente.

Con un estilo conversacional, en el que se conservan las pautas del relato espontáneo, el protagonista devela con melancolía la estafa de la Cuban Land. Conmueve el desarraigo y el desamparo de aquellos que vivieron olvidados, que trabajaron hasta la fatiga y terminaron absorbidos por las trampas de una sociedad despiadada. Algunos llegaron al suicidio, a perder el juicio y echar a correr dando alaridos, masacrar a sus propios animales con la ira ciega de la frustración, llorar apretando terrones entre las manos y suplicar por el único lazo entre la vida y el olvido. Al final, el último de ellos, abandonado por los suyos y la esperanza, rememora antiguos esplendores en una ciudad fantasma, estrangulada por la maleza.

Enrique Cirules ha cumplido con el compromiso que asumió con su tiempo. Nacido en 1938, en Camagüey, ha obtenido en tres ocasiones el Premio 26 de julio y en 1993, recibió el Premio Casa de las Américas de Testimonio por el libro El Imperio en La Habana. Más que todos sus laureles, ostenta el de ver sus libros incluidos en catálogos de todo el mundo. Apegado a la vivencia, Conversación...se une a cuentos, novelas, investigaciones y ensayos que lo convierten en un eterno trotamundos, pues, como dijo el mismo Willy Stokes, lo que le da un poco de vida es la evocación.
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[Tomado de "CubaAhora" ¡Gracias!]
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Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
Ser culto es el único modo de ser libre.

- José Martí
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