martes, 23 de febrero de 2010

Unas palabras de Lorenzo Lunar


...y unas -muy interesantes- palabras de Lorenzo Lunar:
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UN NUEVO TRABAJADOR CUBANO POR CUENTA PROPIA
© Lorenzo Lunar Cardedo.



- I -


El detective privado fue desterrado de la novela policial cubana desde el mismo momento del surgimiento de esta.

Entre las décadas de los setenta y los ochenta el policiaco cubano surge, se desarrolla y parece fenecer producto de una enfermedad congénita.

Una receta, más que una verdadera preceptiva, fundada como única guía para abordar el género pudo ser el virus que ingenuamente fue inoculado a través de los autores incipientes, y que llevó al desgaste por inercia de lo que aparentaba ser un fenómeno vital dentro de las letras cubanas.

Si se trataba de fundar una estética nueva no sería sobre el ejemplo de un pasado ominoso en todos los sentidos, incluyendo el de la creación artística, y mucho menos sobre el cadáver de una vieja literatura.

Cadáver que no existía en una cultura en la que, a decir verdad, el policiaco sólo contaba con aislados antecedentes, que aunque de especial interés literario e histórico se podían contar con los dedos de una mano. Pero un albur mayor asechaba a los jóvenes escritores del género predestinados a fundar una literatura que en última instancia constituyera un arma ideológica en la lucha de clases contra el imperialismo: el enfrentamiento a la literatura negra fundada, escrita y publicada en los países capitalistas.

No importaba que el ejemplo más cercano y conocido; la novela negra de Norteamérica, fuera, además de un paradigma de calidad literaria, uno de los documentos históricos más plausibles de la lucha de clases dentro del propio monstruo capitalista.

Había que fundar una nueva literatura policial, libre de toda influencia. Puramente socialista.

Así comienza a instaurarse una preceptiva que inmediatamente después de tres o cuatro novelas pioneras ya había conseguido la fórmula:

"1.-investigadores planos, apenas individualizados, que mantienen entre sí relaciones paradisíacas y cuyo único vínculo con el delito se registra al nivel de la ideología.

2. -cederistas afables, milimétricamente informados.

3. -delincuentes inescrupulosos, llenos de dobleces, que con frecuencia llegan a la estupidez, pero cuyo universo, por conflictivo, resulta siempre más convincente que el descomplejizado en el que se mueven los investigadores.

4.- un cierto costumbrismo -formas de hablar, el humor criollo, hábitos idiosincrásicos, etc- para reafirmar el sello nacional de la novela
[1]".

No es por azar que el primer ingrediente de la mezcla sea precisamente el personaje, el investigador, el protagonista. "El héroe lo es todo" había dicho antes alguien desde la acera supuestamente opuesta en ideología, y los fundadores de la nueva preceptiva cubana le aceptaron la idea al amparo ideológico dialéctico-materialista de la ley de la negación de la negación. O quizás se hicieron los de la vista gorda.

Lo cierto es que la novela policial cubana se funda sobre el concepto del héroe colectivo y de tal manera desecha, destierra, prohíbe, asesina antes de nacer al detective privado.

Y es que era, a simple vista, totalmente innecesario:

"(…)Por lo tanto, para un escritor revolucionario constituye un reto transformar el género, sin que deje de serlo totalmente en cuanto a la forma, pero con un contenido diametralmente opuesto, lo que necesariamente modificará aquella.(…)

En primer lugar en cuanto a la base misma del género: el enfrentamiento del delincuente y la policía. En el estado revolucionario el órgano especializado es el único que realiza el enfrentamiento. Aquí no es concebible la existencia de un detective privado.
Sin embargo, sí aparece un segundo agente en la lucha contra la delincuencia: el pueblo. Pero este colabora con la policía sin ambigüedad alguna, porque así apoya a su propia clase en el poder político: el Estado socialista." [2]

Pero ya he escrito y conversado sobre la esencia de este problema en oportunidades anteriores.

Y hay cosas que en la historia de la literatura no es necesario demostrar porque la propia historia de la literatura las demuestra más tarde o más temprano.

Y aquella literatura que pretendía ser reflejo de cierta realidad murió. Murió, simplemente porque la realidad sobre la que se plantaba no tenía los jugos vitales para alimentarla. Porque era una realidad que sólo existía en el discurso político ideológico de la época. Y en las apariencias.

Y casi siempre las apariencias engañan.

- II -


Todos sabemos, más o menos, que el cadáver resucitó un buen día.
Con los cambios operados en la realidad de los años noventa surge un nuevo policial cubano. Si no continuador de aquella estética, al menos fundado con la cautela de no andar caminos trillados y con la "suerte" de poder nutrirse directamente de una realidad más enjundiosa, y también más palpable. Una realidad más real que la edulcorada realidad que en las décadas anteriores "reflejaba" nuestra narrativa policial.

Pero, ¿significó esto que el nuevo policiaco cubano estableciera una preceptiva diametralmente opuesta o contestataria a su predecesor?
Eso hubiera sido caer en el mismo error metodológico de los años setenta. Mucho más grande el error cuando en Cuba no existen investigadores privados ajustables al modelo globalizado en las realidades y literatura occidentales.

Pero las realidades tienen sus matices. Y ya se convierte en un lugar común decir que en ciertos pueblos de esta América nuestra la realidad supera la ficción.

Y la realidad cubana es muy especial.

De esta manera, mientras que en los países del mundo occidental -los grandes productores de novela negra para el gran mercado- la figura del detective privado se hace cada día más prescindible por los principales autores de ficciones policiales; debido quizás a los avances técnicos, la especialización y a la descentralización del poder policial y judicial; cuando la solución de los crímenes es cada vez un asunto más colectivo, tanto en la realidad real como en esa otra realidad tangencial a la vida misma que es la literatura, en la novela negra del tercer mundo se observa una tendencia al protagonismo del individuo. El hombre solitario que tiene que jugar el papel de la autoridad y la justicia, algunas veces sin placa. Otras veces con placa y uniforme, pero al margen de ambas cosas.

Y la nueva novela policial cubana no es la excepción.

Es una época en la que se abren discretamente algunos resquicios de libertades individuales en Cuba. Pero esas grietas casi siempre tienen la necesidad de expandirse en la marginalidad. La corrupción, la droga y la prostitución, entre otras lacras, tienen un discreto desarrollo -muchas veces coloreado con matices carnavalescos- en las capas más visibles de la realidad, pero que en los niveles subterráneos son fenómenos monstruosamente aplastantes al margen de la ley y la justicia. Entonces la figura de "la policía" resulta insuficiente para resolver los crímenes con verosimilitud.

Al menos así ocurre cuando de literatura se trata.

(Y que quede claro que mi oficio es escribir ficciones. Allá los policías que se las arreglen en la realidad como puedan. Que a mí bastante trabajo me cuesta componer crímenes y a la vez resolverlos con verosimilitud. Comparado con ellos tengo el doble trabajo).

En la literatura los casos siempre se resuelven de una manera u otra. En la realidad no. En la realidad muchas veces ni siquiera nos enteramos que existió el crimen.

"La policía coge a los delincuentes porque ellos se equivocan. Siempre es así". Eso dice un policía de unas de mis novelas. Y creo que tiene razón. Sólo que yo puedo arreglar las cosas desde el principio para que el criminal se equivoque. Y con todo eso muchas veces la policía de mis novelas es moralmente insuficiente para llegar a la verdad.

Muchas veces el policía necesita de una ayuda que sólo puede obtener desde afuera. Y ya no es el Comité de Defensa de la Revolución quien se la puede dar, porque el delincuente se cuida del Comité y otras veces el Comité se cuida del delincuente. Entonces tiene que buscar ese auxilio dentro del hampa barriotera, o en otros rumbos de cierta inteligencia parapolicial: Alain Beck, el héroe de las novelas negras de Amir Valle, se agencia la ayuda de un viejo detective privado, retirado del oficio -como es natural- con el triunfo de la Revolución, para solucionar el caso de los niños prostituidos y asesinados en Las puertas de la noche. Luego este mismo viejo sabueso llama al policía para que, al margen de la ley, descubra al asesino de su hija en la segunda novela de Amir con Alain Beck como héroe: Si Cristo te desnuda.

En El rojo en la pluma del loro, Daniel Chavarría lleva a su investigador a pedir el auxilio de un personaje mezcla de parasicólogo y animista.

En mis novelas ( Lorenzo Lunar Cardedo) Leo Martín no consigue nada sin la ayuda de ese monstruo que es el barrio. Ayuda que le llega muchas veces de manera anónima. Ayuda que aunque sepa de quién proviene jamás podrá utilizar como prueba más allá del esclarecimiento del crimen.

Mario Conde, el policía de Leonardo Padura, se ve motivado en sus investigaciónes siempre por asuntos personales. Esta es otra manera de individualizar la acción del investigador, pero un imprescindible motivo para hacer que este hombre se meta donde se mete para esclarecer un crimen cuya esencia le aborrece desde el punto de vista moral.
Pero las novelas de la saga bautizada como Las cuatro estaciones, no hacen más que sembrar la semilla de la privatización de Mario Conde quien en La cola de la serpiente y Adiós Hemingway es ya el primer detective cubano por cuenta propia.

El propio Padura en La novela de mi vida lleva el trance a una nueva cualidad con la pesquisa alrededor de los manuscritos de la novela autobiográfica del poeta decimonónico cubano José María Heredia. Y, aunque se discuta la inclusión de esta pieza dentro del género policial, lo que sí es indiscutible es la presencia de una indagación matizada por crímenes de todo tipo durante tres periodos de la historia de Cuba.

Pesquisa que se desarrolla totalmente en la más absoluta marginalidad.
Así el propio cauce de la literatura por una parte y la realidad por otra, nos trae una nueva figura que ya comienza a llamar la atención no sólo dentro del género policial cubano sino dentro de nuestra novelística en general: un "detective privado" de nuevo tipo, tan cubano como las palmas reales y tan verosímil como la misma realidad que lo engendró.
Habrá quien busque en estos personajes la marca del cliché. De seguro que la encontrará. Creo que la literatura puede hacerse también con clichés, sólo que su permanencia depende de su efectividad.

En definitiva, al margen de intenciones ha surgido una nueva novela policial cubana, también plantada sobre un nuevo personaje. Quizás un nuevo tipo. Un personaje fruto del desencanto de una generación y por tanto con marcas comunes.

Eso sí, un personaje más complejo e interesante que aquel muchacho bueno que además de resolver el crimen a golpe de ideología no tenía más preocupación en su vida que dejar de fumar o reparar un fogón de keroseno. Un personaje que se atreve a poner el dedo en el gatillo, dispuesto a apretarlo sin contemplación en defensa propia.



[1] Pequeño, José M. Fernández. En Cuba: la narrativa policial entre
el querer y el poder (1973 - 1988). Editorial Oriente, Cuba, 1994. p. 17.
[2] Pérez, Armando Cristóbal. "El género policial y la lucha
de clases: un reto para los escritores revolucionarios".
En Por la novela policial. Selección y prólogo de Luis Rogelio Nogueras.
Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1982. p 301- 302.

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c Zeki - Gijón 2001-2006

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Ser culto es el único modo de ser libre. Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
J. Martí

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