jueves, 25 de febrero de 2010
Entrevista a Enrique del Risco
"El Comandante ya tiene quien le escriba" / Palabras del autor...
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Y cerramos con broche de oro -por ahora- esta sección dedicada a Enrique del Risco, con una entrevista al propio autor; en ocasión de la presentación de su libro en el año 2003:
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EL COMANDANTE YA TIENE QUIEN LE ESCRIBA
Convencido de la relación entre humor, tolerancia y democracia, el escritor Enrique del Risco (Enrisco) presenta su tercer libro sobre el tema.
por Michel Suárez,
Madrid
Publicado por Ediciones Universal (Miami, 2003), el libro El comandante ya tiene quien le escriba aparece en un contexto especialmente tenso para la Isla. La cobertura informativa que sobre la represión de marzo último ha mantenido atenta a la comunidad internacional y las decisiones —cada vez más desacertadas— del gobernante cubano, constituyen materia prima de primera mano para el escritor Enrique del Risco (Enrisco), Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana y actual doctorante en Literatura en la Universidad de Nueva York.
Humorista Enrisco.
¿Existe una dicotomía entre el doctorante en Literatura Enrique del Risco y el humorista Enrisco?
Cuando te sale una dicotomía entonces vas al doctorante para que te la quite. En serio, para mí no existe dicotomía entre dos cosas, son diferentes modalidades o tonos de una misma visión de la realidad. Sí existe una separación entre la actitud que se asume al leer una tesis doctoral y la que se asume frente a un artículo humorístico y eso, inevitablemente, lo he tenido en cuenta cuando trabajo en la tesis o en un artículo humorístico.
De ahí que, incluso, estos últimos los firme como "Enrisco", mientras que para mis ensayos y tesis y casi toda mi obra de ficción, que es a la que siempre le he dedicado más tiempo y esfuerzo, use mi nombre completo. El lector es un animal de costumbres, y a mí mismo me sucede que cuando me acostumbro a leer artículos que intentan con más o menos fortuna un chiste, cada dos o tres líneas llevo inconscientemente esa expectativa a todos los textos del mismo autor escritos en otro tono.
El contraste puede resultar frustrante. Ahí tenemos el caso de Ramón Fernández Larrea, humorista y poeta de primera línea, a partes iguales, y a quien se le hacen preguntas parecidas. Sólo creo que, en su caso, al existir una distancia más marcada entre poesía y prosa, al lector le resulta más fácil asumir el cambio de registro. Y es que si uno se pone a definir la esencia del humor, ésa sería, precisamente, el convencimiento de que no hay esencias, de que nada tiene más valor que el que le atribuimos, que las cosas más sublimes apenas están a un paso del ridículo y que todo, en definitiva, no es más que una cuestión de perspectivas. Eso me ha sido muy útil en la tesis a la hora de trabajar en la idea de nación en Cuba y en los mitos que la nutren. Y también sucede lo contrario: utilizo a veces en los textos humorísticos elementos que he ido descubriendo mientras trabajo en la tesis.
¿Por qué Castro como centro de tu creación humorística?
Gracias por la pregunta, porque quiero dejar esto bien claro: Hipólito, o sea, el señor que dice que se llama Fidel Alejandro Castro Ruz, no es ni siquiera el centro del libro que acabo de publicar, aunque se llame El comandante ya tiene quien le escriba. El centro del libro es, insisto, el humor. De hecho, el título original iba a ser La política cómica, como la publicación humorística cubana de principios del siglo XX, donde aparecía el personaje de Liborio. El editor me sugirió un cambio de título y, a falta de otro mejor, elegí éste, que a la vez entra en juego con la ilustración de la portada.
Más que Hipólito, el tema principal del libro es la obsesión de identificar a Cuba con su régimen político, obsesión de la que el propio Hipólito es, por supuesto, el primer responsable. A la hora de hacer humor en un diario digital dirigido a cubanos o a personas interesadas en temas cubanos, me di cuenta con tristeza que el denominador común entre gente convocada por la palabra "Cuba" no es otro que la política.
Ignorar eso no creo que sea el mejor modo de lidiar con esa realidad. Como han dicho otros antes que yo, no es útil ni sensato jugar a ser postcastristas, mientras el castrato o hipolitismo, como quieran llamarle, sigue siendo una vergonzosa realidad. Me temo que el hipolitismo sobrevivirá a su creador, no como sistema político, pero sí como una especie de esquizofrenia nacionalista.
Pensé que no era mala idea proponerse desinflar esa actitud, y de paso, burlarme del símbolo principal que la sustenta. Es curioso, pero muchos de los que se anuncian como sus principales enemigos lo imitan en esa gravedad impostada y hasta sienten que burlarse de Hipólito es una forma de burlarse de ellos mismos, de restarle peso al sentido redentor de su "lucha".
Cuando uno cae en cuenta de que eso que todavía llaman revolución cubana ha resultado, a la larga, un mito inventado para mantener en su puesto de trabajo a un tipo que no sabe hacer otra cosa que aferrarse a ese puesto, entonces se comprende que ni Hipólito ni su mito merecen que se le tomen en serio. Lo único que se puede tomar en serio, en ese caso, son sus crímenes y desastres, y a sus respectivas víctimas.
El humor político es uno de los anhelos atrofiados por el régimen en el pueblo cubano. Aun así, ¿éste se ha perdido totalmente o subyace?
Pese a que siempre fue uno de los géneros más castigados, el humor en Cuba siempre se las ha arreglado para sobrevivir, pero fundamentalmente de una forma subterránea y oral. Yo, personalmente, me siento muy en deuda con esa cultura oral humorística y si pensamos en casos como el de Corea del Norte, en que esa cultura de resistencia fue prácticamente eliminada, uno puede pensar que hasta hemos tenido suerte.
Hay artistas que se las han arreglado, en diversos medios, para introducir el humor político y han sentido de inmediato la fuerza de la censura, y esto lo digo también por experiencia propia. Aunque sucede algo curioso. Cuando desde el régimen se impone la idea de que todo es político, se crea un nivel de complicidad impensable en otros lugares para captar cualquier alusión política por remota que parezca.
Pero de cualquier manera, el ambiente natural del humor es la democracia. No en balde los países con mayor fuerza en el cultivo del humor son, a su vez, aquellos con una mayor tradición democrática. De ahí que esté interesado en la democracia en Cuba, como persona, como ciudadano de ese país, pero también como alguien interesado en el libre derecho a reír en libertad.
La existencia libre del humor es un síntoma de tolerancia, condición indispensable para la implantación de un régimen democrático. Y conste que no estoy diciendo nada nuevo. A finales del siglo XIX, Enrique José Varona —alguien con un sentido del humor muy especial— señaló con insistencia la relación entre humor, tolerancia y democracia y la necesidad de fomentar el humor y la tolerancia como base de la democracia.
¿Las coyunturas informativas son los catalizadores de tu creación?
En el caso de los artículos del libro sí. La historia del libro, o al menos como me la cuento a mí mismo es la siguiente. Hacía tiempo que estaba escribiendo textos de ficción (cuentos fundamentalmente, pero también novelas) y ensayos académicos. Un día, viendo un documental sobre Mark Twain en la televisión, escuché algunas de sus frases y sentí de pronto una tremenda nostalgia por la época en que hacía un humor más inmediato, más apegado a las contingencias políticas.
Enseguida me di cuenta que era una falsa nostalgia: en Cuba, cuando colaboraba con publicaciones humorísticas, apenas podía comentar la cotidianidad, sino de forma bastante indirecta, y aun en esos casos era muy difícil la publicación (En el teatro era diferente y un texto como la Plegaria a San Zumbado tuvo bastante resonancia en su momento).
Decidí entonces darle sentido a esa falsa nostalgia y comentar la actualidad política con el único sentido de invitar a la gente a reírse un poco de ella. Primero traté de colaborar con periódicos en español en Nueva York y en Miami, y entonces descubrí una cosa curiosa. Mientras sus homólogos norteamericanos tenían espacios principales para las columnas humorísticas, los periódicos en español ni siquiera lo contemplaban como posibilidad.
Aun así preparé una serie de artículos sobre política latinoamericana y temas más internacionales, pero por supuesto fueron rechazados. Luego se abrió esta posibilidad en Encuentro en la Red, publicación para la que escribí buena parte de los artículos que componen El Comandante ya tiene quien le escriba.
Un artículo semanal de humor lleva bastante trabajo, sobre todo si además de eso tienes que enseñar, trabajar en la tesis y atender a la familia. Así que el libro está formado en un 20% por material inédito de proyectos que nunca vieron la luz y el resto por colaboraciones que aparecieron en su momento en Encuentro en la Red. El resultado, pese a toda la gravedad que he desplegado en esta entrevista, ha sido, creo, bastante divertido.
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Ser culto es el único modo de ser libre. Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
J. Martí
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