jueves, 25 de febrero de 2010
LOS FUNERALES DE CASTRO (II)
¡¡Esperando el libro!!
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Mientras tanto...
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...aquí tienen un artículo de "EL PAÍS" referente a este esperado libro:
26 mayo, 2009 - Lluís Bassets
LOS FUNERALES DE CASTRO
Con este título sale estos días un libro de Vicente Botín, que quiero recomendar al menos por tres razones. En primer lugar, por la actualidad del tema, que convierte a este extenso reportaje periodístico de este ex corresponsal de televisión en La Habana en una buena lectura para ponerse al día sobre la situación de la isla y del régimen en momentos decisivos para su futuro. En segundo lugar, porque este trabajo es una buena prueba de la pérdida enorme de experiencia y materia gris que están significando las políticas de prejubilaciones practicadas por muchas empresas en esta época de reconversión, Televisión Española entre otras. Y en tercer y ultimísimo lugar porque he tenido el honor de prologar el libro, lo que me permite recomendar su lectura a los lectores de este blog y avanzarles el texto escrito ex profeso para su aparición y que se puede leer a continuación.
SOCIALISMO INCORRUPTIBLE
Los cadáveres embalsamados de Lenin y Mao Zedong permanecen expuestos en los mausoleos abiertos al público en la Plaza Roja y en Tianamen respectivamente, donde quisieron colocarles sus albaceas políticos. Son los testigos de lo que no ha cambiado ni en Rusia ni en China a pesar de la liquidación de la Unión Soviética y de la integración de la República Popular en la economía capitalista global. La nomenclatura capitalista salida del antiguo régimen comunista, y sobre todo de sus poderosísimos servicios secretos, considera intocable el cuerpo incorrupto del fundador del Estado soviético como símbolo de la Revolución de Octubre y del curso irreversible de la historia: el renacido orgullo nacional ruso encuentra así, en la continuidad conel comunismo desalojado del poder, una referencia irrenunciable sobre la que se puede permitir incluso la recuperación de José Stalin como vencedor de la Gran Guerra Patria contra el fascismo. El Partido Comunista Chino, única organización de encuadramiento político y de promoción y ascensión económica y profesional, retiene a su vez en el correspondiente despojo del fundador de la República Popular China el principio irrenunciable en el que se condensa el monopolio totalitario del poder: aunque Mao ha recibido ‘notas’ por parte de sus sucesores, que condenaron sus errores ya en 1981 con la explícita indicación de que no superaban a sus méritos, nadie es capaz de cuestionar la veneración de su cadáver en el centro de Pekín.
Fidel Castro sabe que su caso es excepcional. Ninguno de los revolucionarios fundadores del socialismo realmente existente, o mejor dicho, que realmente existió, ha conseguido una permanencia tan larga en el poder ni mucho menos acercarse peligrosamente al umbral en el que las probabilidades de la desaparición de su régimen crecen exponencialmente cada día que pasa. Veinte años han transcurrido ya desde que la dictadura cubana superara el mayor escollo para su existencia. Sucedió en aquella fecha brillante y gloriosa para las libertades europeas, en que cayó el Muro de Berlín y empezó la desintegración del antiguo bloque socialista. China tuvo su revuelta de Tianamen y Cuba su ‘caso Ochoa’, envites en los que los dirigentes comunistas de ambos países consiguieron con el maquiavelismo al uso, manipulador y cruel, reprimir en sangre en el primer caso la revuelta de una entera generación de jóvenes chinos y organizar en el segundo una especie de ‘procesos de Moscú’, en el mejor estilo estalinista, fusilamientos incluidos, como maniobra preventiva para evitar el aislamiento de Cuba como narcoestado: parte de la cúpula militar implicada en este tipo de actividades fue desmochada y sacrificada en aras de la supervivencia del jefe supremo.
Sin Unión Soviética y sin el internacionalismo socialista que alimentara al régimen cubano, Castro no tuvo más remedio que resignarse a ensayar una ligera apertura capitalista, el llamado ‘período especial’, probablemente la peor época de la historia para el castrismo, momento en que el dictador creyó ver las orejas del lobo de la pérdida del poder personal y prefirió regresar al búnker de unas esencias socialistas meramente virtuales, sin más contenido que la verbosidad que las acompaña. Después del nuevo cerrojazo llegó el salvavidas del chavismo, con sus recursos petroleros, durante varios años tan revaluados que actuaron como último recurso de supervivencia. ¿Del sistema? No hay sistema alguno que tenga que sobrevivir. Nada de lo construido se sostiene, ni siquiera la educación y la sanidad que llegaron a convertirse en banderas exhibidas y admitidas en todo el mundo. Sistemático es el inmovilismo social y económico, una especie de ultraconsevadurismo que renuncia al más minúsculo cambio por el temor cerval de los viejos revolucionarios a una nueva revolución que esta vez los arrastre a ellos mismos: era la misma preocupación de los dirigentes chinos y la que abandonó de forma admirable Gorbachev, el único dirigente comunista que ha acreditado su aversión al uso de la fuerza para zanjar las dificultades políticas. Sistemáticos también son los toscos mecanismos de ocultación y de falsificación, tan fútiles en muchas ocasiones, que más parecen un insulto a la inteligencia, una técnica de sometimiento y de humillación por parte de Castro y los suyos que una forma de persuasión y convencimiento como era la propaganda tradicional.
Es curioso señalar que Rusia y China no han enterrado tan sólo las viejas quimeras comunistas, arruinadas por su ineficacia y su corrupción, sino que han resuelto, mal que bien, el problema central de todo régimen despótico, que es la transmisión del poder, especialmente delicada cuando coincide con una transición cuanto menos económica. Celebrados los funerales por el socialismo, lo que queda sólo es el poder desnudo y su cáscara, esos cadáveres obscenamente venerados todavía en el centro de sus respectivos países en los que queda concentrado el simbolismo de las continuidades irrenunciables. Cuba también lo ha enterrado todo, aun sin haber conseguido avanzar ni un solo paso hacia estos extraños sistemas reinventados que consiguen aunar lo peor del comunismo (la dictadura, la libertad ahogada, la arbitrariedad del poder) y lo peor del capitalismo (las desigualdades crecientes, el poder y la obscenidad del dinero). Lo único que queda por enterrar es el cadáver viviente de su líder, que sigue hablando y gesticulando en los medios de comunicación oficiales, inasequible a las contradicciones y cargado siempre de una razón total, irrebatible, despiadada, que es la del poder personal, cedido ahora por imperativo de la biología a su propio hermano: así concluye en un comunismo oscurantista y hereditario como el inventado por Kim Il-Sung, obligado como gran parte de las dictaduras modernas a seguir, a la hora de la sucesión, el tropismo de la herencia biológicatípico en las monarquías (Siria ya lo ha hecho, Egipto y Libia están en camino).
Quien se engaña en Cuba es porque quiere, y probablemente porque le interesa. “Hasta los funcionarios más leales advierten en privado de que hay que distinguir entre corrupción y supervivencia”, asegura un académico del régimen que lógicamente no revela su nombre. Con razón, esta observación recogida por el autor de este libro, Vicente Botín, define lo que es el socialismo castrista y castrense de Cuba: un régimen en el que no es posible distinguir entre corrupción y supervivencia, y en el que por tanto el único incorrupto es el cadáver vivo de Fidel, el mayor corrupto de todos porque es quien ha convertido Cuba en su cortijo y en el de su familia y amigos.
Hay una fórmula infalible frente a la ceguera voluntaria, enfermedad del alma que afecta a más gente fuera de Cuba que en la misma Cuba, donde muchos hacen como que no ven pero pocos son los que no quieren ver: periodismo. Cuando algunos pretenden imaginarse cómo serían nuestras sociedades sin periodistas, sin periodismo, se equivocan en una cuestión previa fundamental: no hace falta imaginar nada, ya lo hemos conocido. Las dictaduras son incompatibles con el periodismo, al que le asignan una única función autodestructiva: transmitir con fidelidad perruna su versión de los hechos y su visión del mundo, avalar sus crímenes, convertirse en arma de propaganda y de opresión y por ende en antiperiodismo. Quienes han vivido en dictadura han contado con mejores oportunidades que nadie para valorar en su justa medida lo que vale y para qué sirve el periodismo en libertad. ¿Libertad para qué?, dijo Lenin, algo que Castro habrá repetido decenas de veces. Para el común de los ciudadanos para ser libres, para los dictadores en cambio la libertad sólo se concibe con fecha de caducidad o como una calle de dirección única: para alcanzar el poder y luego para nada, porque significa permitir que se vislumbren los propios errores, paso previo a la exigencia de alternancia y de pluralidad.
Quien quiera engañarse puede: tiene el permiso que le proporciona la ceguera voluntaria practicada durante 50 años con el castrismo. El periodismo es precisamente una actividad que se construye directamente contra la ceguera voluntaria. Vicente Botín no tiene antipatía alguna de principio por el peculiar socialismo cubano, pero es evidente que no quiso mirar hacia otro lado en ningún momento durante sus años de corresponsal de Televisión Española y ha querido ahora pasar a limpio lo más sustancial de aquella experiencia. El resultado, entreverado de letras de boleros y empapado de la cultura popular y del habla cotidiana de los cubanos, es un reportaje soberbio y veraz, en el que no falta ni uno de los antecedentes históricos pero tampoco sobra ninguna anécdota, chiste o peripecia más o menos amarga como suelen producirse en las dictaduras. La tesis central, el carácter virtual del socialismo y del régimen, queda sobradamente demostrada, incluida en ella el falso bloqueo norteamericano, que en realidad es un embargo parcial, y el papel central que juega a la hora de declarar la total irresponsabilidad política e histórica de Castro y los suyos por tanta catástrofe y tan mal Gobierno: todo cuanto ha salido mal, se debe al embargo norteamericano. Mientras la vida de Fidel se extingue, también está a punto de aligerarse e incluso terminar este elemento singular que todavía sigue dando sentido ‘a contrario’ a la Revolución.
Es fácil colegir que, siendo todo lo que ha salido mal, en cuanto se levante el embargo, tal como apuntan los nuevos aires que se respiran en Washington, ninguna excusa quedara para que todo empiece a salir bien. Obama, el nuevo presidente (y décimo con Fidel todavía en el machito: no se olvide que conserva todavía el título de secretario general del Partido Comunista), y el tiempo, que cura muchas cosas pero sobre todo ajusta sus cuentas con todo lo que se eterniza, serán pues los dos agentes delcambio en Cuba. La transición no ha arrancado todavía y todo parece congelado como en un fotograma en blanco y negro. Pero todo está también ya en su sitio para que empiece el cambio y suban de nuevos los colores de la vida a esta escena antigua presidida por una gerontocracia agotada y sin más recursos que irse apañando de un día para otro. Nos lo cuenta con detalle y agudeza el excelente reportero que es Vicente Botín, al igual que nos apunta, a la postre, la clara bifurcación que se presenta a los cubanos al final de estos funerales. Quedar un paso atrás pillados en una nueva ‘democracia soberana’ situada entre China y Rusia desde el punto de vista de ideologías y estructuras de poder, y basada en la nueva ‘burguesía nacional’ salida del castrismo castrense; o realizar el auténtico salto hacia una sociedad abierta, que es lo que merecen los cubanos y lo que merecen las Américas.
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Ser culto es el único modo de ser libre. Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
J. Martí
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