lunes, 22 de febrero de 2010

Teatro completo, de Virgilio Piñera.


El libro TEATRO COMPLETO, de Virgilio Piñera
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*El libro TEATRO COMPLETO de Virgilio Piñera ¡¡Por fin editado en Cuba!!
(...una vez vencidos la desfachatez y el olvido de las "autoridades culturales cubanas").

CON PERMISO DE VIRGILIO

Palabras pronunciadas por la editora Ana María Muñoz Bachs en la presentación de la segunda edición de Teatro completo de Virgilio Piñera, en la XVI Feria Internacional del Libro de La Habana, el 18 de febrero de 2007.
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Hoy presentamos un libro que siempre será buscado, que siempre resultará necesario para tantas y tantas nuevas generaciones, un libro del que por mucho tiempo carecimos y que hoy llega a su segunda edición, me refiero al Teatro completo de nuestro gran Virgilio Piñera. Y digo segunda edición aunque no olvido una primera, que apareció publicada por Ediciones R muy al principio de la década del 60, que se llamó también, porque por entonces lo era, Teatro completo, y que incluía las siete obras virgilianas que hasta entonces él había creado. Venían antecedidas por un prólogo suyo que bautizó como “Piñera teatral”, y eran las siguientes: “Electra Garrigó”, “Jesús”, “Falsa alarma”, “La boda”, “El flaco y el gordo”, “Aire frío” y “El filántropo”.

En 1989, exactamente diez años después de la muerte de Virgilio, el destacado teatrólogo Rine Leal entregó a la editorial Letras Cubanas los originales del Teatro completo; para ello trabajó Rine de modo acucioso y arduo en la compilación de las obras, además de antecederlas con un valioso prólogo. Sin embargo, el fruto de tantos esfuerzos solo pudo ver la luz en el año 2002, básicamente debido a los rigores del llamado Período Especial [Una de las falacias al uso de la "revolución]. Así, ni Rine Leal ni Virgilio Piñera estaban vivos para entonces, ninguno de ellos pudo disfrutar de tan importante acontecimiento. Sus amigos y admiradores asistimos, alegres y también pesarosos, a la presentación del volumen.


Si quisiéramos conocer cuántas obras teatrales más salieron de la creación virgiliana en el período comprendido entre 1960, fecha de la aparición del Teatro… de Ediciones R, y octubre de 1979, año de su fallecimiento, bastaría una simple operación matemática para darnos cuenta de que –para referirnos solo a la producción dramatúrgica--, escribió trece nuevas piezas, y es bueno aunque triste añadir que sobrarían dedos de una mano para contar las que vio representadas. Luego lo han sido, y nadie duda que seguirán subiendo al escenario.

Virgilio Piñera trabajó incesante hasta el fin de su existencia. Trabajar debe entenderse en su caso a la escritura de poemas, cuentos, novelas, obras teatrales, ensayos, crónicas, donde brillan talento, cultura, buen gusto, dominio del idioma, sin olvidar por supuesto su imaginación increíble y desbordada que no todos fueron capaces de entender, un modo absolutamente inusual de ver la realidad, y de volcarla en tantas y tantas páginas para crear un mundo diferente, tan peculiar, tan suyo. Se levantaba temprano, y después de colar el primer café del día y encender el también primer cigarrillo, sentía, agobiante, el llamado de su vieja máquina de escribir, de aquellas duras teclas que pedían de su dueño y señor abandonar por un tiempo la condición de inertes artefactos metálicos, de representaciones, cada uno, de una letra del alfabeto, que exigían de él las combinara con acierto en líneas, frases, ideas, tramas… Virgilio, como tantos, enfrentaba cada mañana el terror de la página en blanco, como tantos buscaba subterfugios para eludirla, se levantaba, reincidía en el café, encendía otro cigarro, miraba por la ventana, tal vez anhelando deshacerse, al menos en aquel momento, del peso que representaba la creación. A veces, si llamaban a la puerta, sentía aquel toque como una tabla de salvación, así nos lo contó en “Un jesuita de la literatura”, cuando recibió la visita de un fumigador a quien por todos los medios deseaba retener para no verse obligado a retornar a su silla de trabajo. Pero por supuesto que, pese a los miedos que lleva en sí la creación literaria, escribía, porque escribir era la casi única razón de su estadía en este mundo, pues con la vida de su creación escapaba de la vida otra, de esa que tan duramente lo trató, que resultó para él como aquella pampa de granito de que nos habló José Enrique Rodó en hermosa parábola. Porque Virgilio, desde sus comienzos, fue un incomprendido. Además del amor materno, ese que difícilmente nos falla, contó desde la infancia con su hermana Luisa, quien le ofreció apoyo en todo momento. La pobreza, las vicisitudes cotidianas, envolvieron siempre a su familia, les hicieron “malvivir al día”, y todo esto lo volcó en su gran pieza dramática Aire frío, que va más allá de la personificación de los suyos para convertirse en retrato de miles de familias cubanas de la época. Buscó soluciones que nunca cristalizaron, viajes a la Argentina, esperanzas que poco duraban. Él mismo nos dejó dichas con tres letras consonantes las causas de su sino fatal, lo persiguieron siempre las tres p: pobre, poeta, pájaro… Además de la escritura, debió ganarse el pan con las más disímiles tareas, casi siempre en el terreno cultural. Así, buena parte del día la ocupaba en traducir, también realizó trabajos de corrección de galeras y planas en la editorial Arte y Literatura, y nunca logró alcanzar un salario digno. Vivía y vestía con humildad, jamás le sobró algo que no fuera talento.. Gran conversador, gustaba de las criollas visitas, de la puntualidad inglesa, que llevaba a la exageración, del chiste, y también, con quien fuera de ello merecedor, de la conversación profunda y seria. Susceptible en extremo, y de difícil carácter, solía pelearse con amigos y conocidos por nimiedades y malacrianzas propias de un niño que “hunde el dedo en el helado de fresa”, para después, pasado algún tiempo, salvar la trunca relación. Fumaba sin cesar, y cuando le “tocaban en la cuota” cigarros que tuvieran filtros, los desprendía cuidadoso y los iba reuniendo, junto con los que sus amigos le guardaban, para luego teñirlos con azul de metileno o mercurocromo y meterlos en pomos que servían de adorno.

Las noches eran también de vida cultural, cines, teatros, exposiciones, solo a veces, casi siempre acompañado por buenos amigos. Con la frente alta entraba a todas partes, algunos lo saludaban con mayor o menor efusión, otros le daban el esquinazo como si fuera un apestado. Pero jamás permitió que se le aislara socialmente, siempre retó la ruindad.

Amó mucho a su Patria. Después de su muerte conocí una anécdota que me conmovió. En una de esas ocasiones en que la familia se reúne y conversa sobre los más variados temas, Virgilio dijo, como de pasada, algo que habría de tornarse solemne: “Cuando me muera, quiero que cubran mi féretro con una bandera cubana.” Los aludidos no dieron importancia a sus palabras, tan lejana veían la posibilidad del deceso. Pero sucedió, todos lo sabemos, y ya en la funeraria su sobrino Juan recordó aquellas palabras, y le fue colocado un sello con la bandera en la solapa del saco que vistió para su último viaje. Por eso desearía mucho poder pedirle a Virgilio que me permitiera sustituir aquellas tres pes suyas por otras tres consonantes, tres letras c, que mejor habrían de caracterizarlo: cubano, cubano, cubano.
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Ser culto es el único modo de ser libre. Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
J. Martí

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