lunes, 22 de febrero de 2010

Zona rebelde + Zona de guerra


"Zona rebelde" + "Zona de guerra"
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En su día encontré -con mucha satisfacción- el libro ZONA REBELDE, gracias a la buena recomendación de nuestra amiga Yara.
Hoy esta bibliofila satisfacción de ha visto aumentada al encontrar en una librería la 2ª parte de este libro, titulado: ZONA DE GUERRA (...del que hablaremos en los posts subsiguientes).
¡No se lo pierdan! ¡¡Pasen y lean!!

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"Zona Rebelde"
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Vuelvo a subir este post en ocasión de que encargué (esa a veces imposible tarea) este libro... y para mi agradable sorpresa ¡¡en una semana me lo han traído!! Así da gusto, con las BUENAS librerías que no solo viven de la publicación de "best-sellers" y otros libritos de actualidad, con las portadas de colorines.

Así que aquí les anoto de nuevo el título. Estoy inmerso en su lectura y puedo decir que es MUY INTERESANTE, para tod@s l@s que quieran profundizar en el conocimiento de nuestra Historia:

- ZONA REBELDE
La diplomacia española ante la revolución cubana
(1957-1960)
Manuel de Paz-Sánchez

Editado por: Centro de la Cultura Popular Canaria
361 páginas + fotografías.


¡¡Gracias Yara por la recomendación!!
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Interesante y muy completa reseña literaria
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"ZONA REBELDE. LA DIPLOMACIA ESPAÑOLA ANTE LA REVOLUCIÓN CUBANA (1957-1960)"

Manuel de Paz-Sánchez
Tenerife, Taller de Historia, 1997, 401 págs.

En 1957, sesenta años después de que Cuba se hubiera independizado de España, las relaciones culturales, comerciales y religiosas de antaño entre ambos países se mantenían, e incluso se habían reforzado en los últimos años. El gobierno de Franco, consciente de la importancia de esos vínculos, envió en 1952 a su embajada en La Habana a un conocido y experimentado diplomático de carrera, Juan Pablo de Lojendio. Del material escrito que éste elaboró para el departamento de Exteriores español entre los años 1957 y 1960 nace este libro de Manuel de Paz-Sánchez. Informes, memorandos, dossiers y recortes de prensa conforman un valiosísimo archivo que aporta una visión particular de la revolución cubana. A pesar de los temores que provoca en un principio esa particularidad, ésta no acaba traduciéndose en una parcialidad u oficialidad axfisiantes; más bien, poco a poco, el relato va descubriendo al lector una visión inteligente, plural y audaz de la revolución cubana.

Gracias a la ingente labor de Lojendio y sus subordinados son posibles más de trescientas páginas en las que se detalla paso por paso -a veces con una reiteración excesiva- el resquebrajamiento de la autoridad del régimen de Batista, el atractivo determinante de la figura y el discurso populista de Fidel Castro, o la depuración interna del movimiento revolucionario y la configuranción comunista y antiestadounidense del nuevo régimen "castrista".

El pragmatismo de la diplomacia española -aunque también el talante liberal de Lojendio, como llega a apuntar el autor- facilitó su propia tarea de observación y análisis del cambio de gobierno en la isla. Se obtuvieron así confidencias y visiones alejadas de los círculos oficiales, que junto con la información facilitada por la prensa y los demás embajadores, conforman una fuente prioritaria que este libro sabe explotar a la hora de enriquecer la explicación del triunfo y la radicalización de la revolución cubana. Hay que destacar el importante papel jugado por sectores sociales como la Iglesia católica o poner de manifiesto la posición expectante y ambigua -más de lo que se decía- de la administración americana.

La introducción y el primer capítulo detallan la situación política del régimen de Batista en 1957/58 y el ascenso romántico de la figura aglutinadora de Castro en el campo de la revolución. La desintegración y el caos de la administración de Batista -con sus terribles implicaciones en materia de inseguridad jurídica- conducen, casi por su propio peso, a la victoria revolucionaria de enero de 1959, aspecto éste relatado en el capítulo segundo, a modo también de transición del propio libro. De ahí hasta prácticamente el final, doscientas páginas deslindan tres grandes aspectos: el impacto de la revolución en Iberoamérica, la posición española frente a la revolución y la evolución radical y fulgurante de la nueva situación revolucionaria -en la que la doctrina archiconocida de la defensa de la revolución justifica una implacable tarea de depuración, y permite, unida a la afirmación nacionalista del sentimiento antiestadounidense, improvisar y rellenar el vacío clarísimo que la revolución arrastra en cuanto a proyectos políticos y económicos.

La foto de portada del libro, que reproduce a Lojendio en actitud desafiante frente a Castro, da cuenta del incidente que tuvo lugar en la televisión cubana, en enero de 1960, cuando el embajador español, herido personal y oficialmente por las acusaciones que Castro acababa de verter sobre su persona -al señalar que en la embajada española se estaba dando cobijo a actividades contrarevolucionarias-, decidió acudir a los estudios televisivos y desmentir allí, en público y frente a Castro -que llevaba, como le solía y suele caracterizar, casi cuatro horas de discurso-, dichas injurias. Con el relato de ese incidente y el regreso a Madrid de Lojendio finaliza, como no podía ser de otra manera, el libro.

Ameno, brillante y muy rico por los datos que facilita y la gran cantidad de posibilidades y detalles que sugiere, el texto acaba, sin embargo, de un modo algo precipitado, sin unas conclusiones en las que el autor se distancie claramente de la elaboración del relato diplomático que permitan sistematizar y arriesgar en una visión particular el volumen amplísimo de información con el que se ha trabajado. Parece confirmarse así que Manuel de Paz-Sánchez opta por realizar algunos comentarios al hilo del relato, pero sin acabar de establecer una o varias líneas que vertebren el estudio y mantengan al lector en esa tensión que genera toda interpretación polémica. En ese sentido, quizás hubiera sido oportuno subrayar algunos de los aspectos más sobresalientes que el relato diplomático va revelando a medida que avanza la revolución, esto es, el vacío programático de la revolución, el transfondo populista del éxito inicial de Castro, el avance paralelo de la depuración de toda disidencia y la construcción de un discurso comunista basado en apelaciones tan nacionalistas y antiestadounidenses como desprovistas de cualquier atisbo de proyecto coherente...

Para finalizar, hay que recalcar un aspecto no del todo explotado en el texto, que destaca en la parte dedicada a la caída de Batista y que el propio relato diplomático explicita con especial clarividencia en la medida en que es conocedor de los vericuetos de la política interna cubana y de las acciones u omisiones de los gobiernos extranjeros durante la revolución, esto es, la crisis de autoridad -en cierto modo también de legitimidad- que rodea la victoria revolucionaria. Crisis que aprovecha la revolución para ganar el espacio simbólico del debate, es decir, para atraer la atención mediante un discurso que no sólo confunde al gobierno de Batista, ya de por sí debilitado en su propio fuero interno, sino que supera, como en tantas otras revoluciones, la propia realidad, para construir sobre ella poderosos elementos de legitimación. En otras palabras, que es el lenguaje revolucionario el que azuza la tensión que rodea la crisis de autoridad del régimen de Batista, incorporando y modelando lo que durante años serán principales recursos de la legitimidad castrista: el peligro yanqui, la misión heroica y emancipadora de la revolución cubana en el Caribe y la capacidad redentora de la revolución en el orden social y económico. Sin embargo, como bien demuestra el libro, frente a ese discurso, no sólo no hubo crisis económica en la Cuba de 1957 ni nada que impidiera irremediablemente el tránsito a la democracia -que el propio desmoronamiento de Batista facilitaba-, sino que hubo, eso sí, un creador de realidad y un cáncer definitivo para las escasas pero productivas bases económicas y sociales de la isla: el imaginario de la revolución.


Manuel Álvarez Tardío

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Ser culto es el único modo de ser libre. Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
J. Martí

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